¿Quién es la persona que más admiras? Nunca he podido contestar. Admirar es “tener en singular estimación a alguien o algo, juzgándolo sobresaliente y extraordinario”. Palabras mayores. Pensaba que ese traje sólo le servía a personas perfectas o eternas, como Gandhi y la Madre Teresa.
Descubro la admiración como instrumento de comunicación organizacional en el libro How the way we talk can change the way we work. Sus autores nos ofrecen siete lenguajes transformacionales: los internos, orientados al logro personal, y los sociales, orientados a la coordinación de acciones con los demás. Le llaman lenguaje del aprecio continuo a la expresión regular de experimentar genuinamente el valor del comportamiento de un colega. Lo sugieren como una herramienta más efectiva que el lenguaje de los premios y reconocimientos calendarizados. El aprecio continuo tiene dos vertientes. Cuando expresamos aprecio, le dejamos saber a la otra persona que hemos recibido algo de valor. Sentimos que hemos recibido algo (no necesariamente material) que nos hace felices o nos da un beneficio. Cuando expresamos admiración, no se trata tanto del valor recibido, sino de habitar temporalmente en la esfera de otra persona y encontrarnos a nosotros mismos inspirados, y de alguna forma, mejorados por la acción o decisión del otro. Para ser efectivo, el aprecio continuo debe ser dicho a la persona directamente y especificar exactamente qué hizo para generar nuestro sentimiento. Además, la comunicación del aprecio no debe caracterizar los atributos del otro, sino referirse a la experiencia sentida. Cuando decimos “aprendí mucho de tu charla” informamos. Nadie respondería “¡Mentira!”. Si decimos “eres muy inteligente” formamos a la persona en nuestra mente, es decir, le ponemos un traje que puede que no le sirva o le quede, a su juicio, cómodo. Si rechaza nuestra valoración, porque no considera que es justa, nuestro aprecio no será tan efectivo. Por otro lado, la admiración atribuida a la persona se convierte en una expectativa. En lo adelante, esperaremos que la persona siempre demuestre ese atributo y esto nos puede llevar a la decepción.
Visto así, es fácil admirar la risa de los hijos, la comprensión del esposo, la aceptación de los amigos, la paciencia de los padres y la exigencia del jefe. Palabras menores. Personas imperfectas, no eternas…extraordinarias.
Maril Núñez es Coach Personal & Profesional. maril.nunez@invenio.com.do
Columna Ser Líder. El Caribe.11 Abril 2009
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