Algunos tenemos la tarea pendiente de aprender sobre la liviandad. A ella me la presentaron hace unos años, pero confieso que no me la encuentro con la frecuencia que quisiera. Esto sucede cuando hacemos que todo sea supremamente significativo. Es sostener cada pequeña parte de nuestro pasado y nuestra historia con una gran cantidad de drama, pesadumbre y significado. Es la creencia de que a nadie le ha sucedido lo que me ha pasado a mí, y la vivencia de esa historia con gran histrionismo. La forma en que sostenemos nuestras experiencias, mediante el cuento trágico que siempre nos contamos, tiene mucho que ver con nuestra incapacidad de crear el espacio emocional que le dé cabida a algo nuevo. Los seres humanos tenemos la capacidad de intervenir en nuestros estados de ánimo; en este caso, para mudarnos desde la seriedad a la liviandad. Con este conocimiento me he planteado entonces: Y ella, ¿dónde vive? Descubro que está en mis conversaciones, en las palabras que elijo para interpretar lo que me ha sucedido y en los juicios que tengo de mí misma como protagonista de mis historias. Cuando mi historia es triste o trágica, soy una protagonista pesada por tener unas libras de drama de más. (Dicen que “quien canta sus penas espanta”). Cuando recuento los eventos cual Cuquín, soy una figura simpática y ligera. Descubro también que la liviandad está en el cuerpo, de manera innata, a través del sentido del humor, el cual provoca placer, cohesión y salud mental y física. Aprendo que el origen de la palabra diversión es el latín divertere, que significa desvío. Visto así, parecería que es necesario salirnos de nuestro rol en el drama de la vida y ensayar una que otra comedia en la esquina divertida. ¿A-ja? Eso pensé. Porque….¿graciosa? ¡Qué va! Pero dijo Lucille Ball que ella no era graciosa, sino valiente. Así que, es sólo cuestión de atreverse. Sabias palabras de un gran coach: “La vida es demasiado hermosa para perderla en un drama”. De otras prestadas concluyo: cuidado con vivirnos la vida en un gran escenario dramático; luego puede ser que no tengamos “a quien reclamarle el dinero de la entrada si no nos gusta el espectáculo”.
Maril Núñez es Coach Personal & Profesional. maril.nunez@invenio.com.do
Columna Ser Líder. El Caribe. 18 Julio 2009
sábado, 18 de julio de 2009
¿Bailas?
El coaching ontológico, que es un acompañamiento a las personas en su forma de ser, propone que los seres humanos actuamos desde una coherencia esencial que surge de la integración de nuestro lenguaje, nuestras emociones y nuestro cuerpo. En el lenguaje vivimos. Más que describir con palabras, las personas generamos acciones a través de nuestras diferentes forma de comunicarnos. Estas incluyen nuestro pensamiento, en el que suceden las conversaciones más importantes: las que tenemos con nosotros mismos. Por otro lado, las emociones definen más nuestras decisiones que nuestros pensamientos racionales. El amor y el miedo, sobre todo, mueven el mundo. Desde el cuerpo operamos. Es algo así como el “hardware” que aloja nuestras capacidades. La primera en importancia para el coaching ontológico es nuestra capacidad de observar. Se plantea que lo que decidimos observar y lo que elegimos ignorar es único en cada uno de nosotros. Así sea porque somos más chiquitos, más leídos, o menos queridos, nuestra mirada es determinante en nuestras acciones y resultados posteriores. Tenemos la capacidad de elegir ver las posibilidades de fracaso o las potencialidades de éxito…y así mismo obtenerlo. Nuestra emocionalidad, por su parte, es un termómetro de lo importante y de lo que valoramos, por eso también es necesario ejercitar—para poder observar—diferentes sentimientos. El cuerpo es el espacio en el que alojamos todo lo anterior, y a nosotros mismos. Cuando lo olvidamos o maltratamos, perdemos salud, y por tanto, balance. Con él nos movemos constantemente hacia y desde la acción. Hacia el logro, la celebración y la quietud. Es el cuerpo el que nos sirve para mantener el equilibrio dinámico que nos permite fluir. La mejor práctica para acostumbrar al cuerpo a vivir en las mismas dimensiones que nuestro lenguaje y nuestras emociones es el baile. Estas líneas de la película “Perfume de Mujer” ayudan a “verlo” mejor. Al Pacino (Frank) es ciego y se dirige a una joven en un restaurante. Dicen: “¿Baila el tango? No. Quise aprender pero (mi novio) piensa que el tango es cómico. ¿Quiere aprender el tango? Creo que tendría miedo de equivocarme. No hay errores en el tango…si uno se equivoca o se enreda, sigue bailando. ¿Por qué no prueba? Trataré.” Y tú, ¿bailas?
Maril Núñez es Coach Personal & Profesional. maril.nunez@invenio.com.do
Columna Ser Líder. El Caribe. 11 Julio 2009
Maril Núñez es Coach Personal & Profesional. maril.nunez@invenio.com.do
Columna Ser Líder. El Caribe. 11 Julio 2009
domingo, 5 de julio de 2009
La Galleta
Hace unos años no tenía tiempo para leer historias. Sólo muchos libros de texto. Por eso ahora comprendo ésta que, por simple y poderosa, tomo prestada para compartir.
Otro de mis pacientes, un exitoso hombre de negocios, me cuenta que antes de su cáncer se deprimía si las cosas no salían de determinada manera. Felicidad era “tener la galleta.” Si tenías la galleta, las cosas estaban bien. Si no tenías la galleta, la vida no valía la pena. Desafortunadamente la galleta cambiaba continuamente. A veces era dinero, a veces era poder, a veces era sexo. En otras ocasiones era el carro nuevo, el contrato más grande o la dirección más prestigiosa. Un año y medio después de su diagnóstico de cáncer de próstata él se sienta y dice con pesar: “Es como si hubiese dejado de aprender cómo vivir después que dejé de ser niño. Cuando le doy una galleta a mi hijo, él es feliz. Si se la quito o se rompe, él es infeliz. Pero él tiene dos años y medio y yo tengo 43. Me ha tomado todo este tiempo comprender que la galleta no me hará feliz por mucho tiempo. Desde que tienes la galleta, empieza a hacerse pedazos o tú empiezas a pensar que se va a desboronar o que alguien te la va a quitar. Tienes que abandonar muchas cosas para cuidar la galleta, para que no se haga pedazos y para que nadie te la quite. Quizás ni siquiera tengas el chance de comerla porque estás muy ocupado tratando de no perderla. La vida no se trata de tener la galleta”.
Mi paciente ríe y dice que el cáncer lo ha cambiado. Por primera vez es feliz, sin importar si el negocio va bien o pierde en el golf. “Dos años atrás el cáncer me preguntó: ¿Qué es importante? Pues la vida es importante. La vida, en la forma en que puedas tenerla. La vida con la galleta o sin la galleta. La felicidad no tiene que ver con la galleta. Tiene que ver con estar vivo. Antes de ésto, ¡no tenía tiempo!” El pausa pensativamente. “Maldita sea, supongo que la vida es la galleta”. Como decía mi papá: ¡Buen Provecho!
Maril Núñez es Coach Personal & Profesional. maril.nunez@invenio.com.do
Columna Ser Líder. El Caribe. 4 Julio 2009
Otro de mis pacientes, un exitoso hombre de negocios, me cuenta que antes de su cáncer se deprimía si las cosas no salían de determinada manera. Felicidad era “tener la galleta.” Si tenías la galleta, las cosas estaban bien. Si no tenías la galleta, la vida no valía la pena. Desafortunadamente la galleta cambiaba continuamente. A veces era dinero, a veces era poder, a veces era sexo. En otras ocasiones era el carro nuevo, el contrato más grande o la dirección más prestigiosa. Un año y medio después de su diagnóstico de cáncer de próstata él se sienta y dice con pesar: “Es como si hubiese dejado de aprender cómo vivir después que dejé de ser niño. Cuando le doy una galleta a mi hijo, él es feliz. Si se la quito o se rompe, él es infeliz. Pero él tiene dos años y medio y yo tengo 43. Me ha tomado todo este tiempo comprender que la galleta no me hará feliz por mucho tiempo. Desde que tienes la galleta, empieza a hacerse pedazos o tú empiezas a pensar que se va a desboronar o que alguien te la va a quitar. Tienes que abandonar muchas cosas para cuidar la galleta, para que no se haga pedazos y para que nadie te la quite. Quizás ni siquiera tengas el chance de comerla porque estás muy ocupado tratando de no perderla. La vida no se trata de tener la galleta”.
Mi paciente ríe y dice que el cáncer lo ha cambiado. Por primera vez es feliz, sin importar si el negocio va bien o pierde en el golf. “Dos años atrás el cáncer me preguntó: ¿Qué es importante? Pues la vida es importante. La vida, en la forma en que puedas tenerla. La vida con la galleta o sin la galleta. La felicidad no tiene que ver con la galleta. Tiene que ver con estar vivo. Antes de ésto, ¡no tenía tiempo!” El pausa pensativamente. “Maldita sea, supongo que la vida es la galleta”. Como decía mi papá: ¡Buen Provecho!
Maril Núñez es Coach Personal & Profesional. maril.nunez@invenio.com.do
Columna Ser Líder. El Caribe. 4 Julio 2009
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
